domingo, 5 de febrero de 2012

Un buen periodista es..



Por supuesto que los periodistas tienen una obligación con su conciencia moral. A mi entender, un buen periodista no puede considerarse como tal sin esa premisa. Es la tapa que cierra herméticamente el inmenso recipiente de características de un buen profesional de esta rama. Características que no tienen sentido sin esta última conclusión: un periodista sin conciencia ética no puede atenerse a la verdad, pues la tergiversaría en favor de sus intereses; ni tampoco ser fiel al ciudadano, taln solo a sí mismo.

Por otro lado,existe un debate moral que existe en relación a la evidente interpretación que realiza un periodista al investigar y escribir sobre algo (es natural, por su condición de ser humano). Me remito a comentarios anteriores y afirmo que los periodistas deben estar (muchas veces no lo están) capacitados para valorar qué escriben y qué impacto tiene aquello que escriben. Los principios de moral y solidaridad ciudadana me parecen básicos para esta profesión, más que para cualquier otra. Dicho de otra manera, una buena persona no tendrá nunca problemas para ser un buen periodista. Si es fiel a su trabajo, puede que venda o no, puede que gane o no millones de euros, pero contará con su limpia moral y enriquecerá el gremio.

Está profesión, por el contrario, está repleta de malos "persodistas", que probablemente tengan mucho éxito. Depende de la persona que seas, depende de cómo quieras vivir tu vida. Y finalmente, y más importante, depende del público. Pobre de la masa de gente que queda en manos de los malos medios.

En efecto, parecen estar equivocados los que escogen letras por su sencillez, pues las ciencias me resultan infinitamente más simples; no tienen, desde luego, la carga de complicaciones profesionales, personales, éticas... de una profesión como esta. Pero he de decir que, aunque con múltiples escollos, es una de las más bellas.

domingo, 22 de enero de 2012

Cuando la vida te sale al encuentro

Eso pasa, que la vida te encuentre y te dé en las narices. Sabes que sucede pero nunca que tú serías la víctima, que serías tú la que te quedarías fuera del camino. De pronto se produce un impacto tremendo, tan tremendo que te sales de la carretera, y ya no sabes cómo volverte a encarrilar. Y cuando tu camino está construido por los mismos adoquines que por sorpresa te fallan, te quedas perdida en mitad de la nada

Cuando tu vida se alza en base a una persona no piensas en que ésta te decepcione jamás. Te sientes segura porque jamás estás sola. Hasta que lo estás
Esa persona te falla, por muchas expectativas que hayas puesto en ella. Te falla porque es un ser humano, igual que tú. Entonces sientes que la culpa ha sido tuya, por depositar todo tu mundo, tu futuro, tu presente y tu pasado, en algo que probablemente algún día se marcharía
Hay que aceptar que en la vida, en el fondo, estamos solos. Solo podemos confiar en que nosotros no nos fallaremos a nosotros mismos
Somos los únicos

sábado, 3 de diciembre de 2011

Larry


Larry no es un chico como todos los demás. Eso está claro. Tiene diecisiete años y un trastorno de déficit de atención con problemas de aprendizaje. Vive con su madre, la cual se esfuerza por traer a casa el sueldo del mes, y con nadie más, pues su padre desapareció un buen día cuando él era pequeño, tanto que ni siquiera puede recordar su cara. Larry tampoco ha tenido nunca hermanos, al menos que el sepa, aunque, por supuesto, gusta de jugar por las tardes con su vecino, el pequeño Tommy, en su jardín. Es su único amigo de verdad. Con todo, cursa el último año de instituto y comparte clase con compañeros de su edad.
Al lado de Larry de sienta Eddy. Es el capitán del equipo de fútbol del instituto; tiene un Porche Carrera del año pasado con el que lleva a clase a la chica más bonita del colegio y alrededor del cual su pandilla de amigos se reúne para charlar al final de las clases; el padre de Eddy es el director de una conocida cadena de centros comerciales y su madre estaba en casa todo el día para atenderle; Eddy no era hijo único, sino que tenía dos hermanos que, en aquella inmensa casona, apenas veía y trataba; y sus notas, en fin, no le resultaban absoluto una preocupación.

Eran las ocho de la mañana y Larry se levantó, como todas las mañanas, al calor de un beso de su madre, y al de las rayas de luz que se filtraban por la persiana, colándose en sus ojos. Bajó a desayunar y agradeció ver las tostadas y la leche cuidadosamente preparadas sobre la mesa. La suya era una madre genial, pensó. Ya caminaba con inocente sonrisa hacia el autobús mientras veía a su madre saludar cariñosamente con la mano. Aquel prometía ser un día fabuloso.
“Vaya, aquí llega el retrasado”. Las risas recorrieron el bus de arriba abajo ante las palabras del conductor mientras Larry, que tan solo acababa de poner un pie en el vehículo, agachaba la cabeza avergonzado. Recorrió el estrecho pasillo, procurando no mirar directamente a nadie a las ojos e intentando buscar un sitio libre en el que nadie le molestara. Entonces vio a su amigo Tommy, lo cual le alivió un poco, y se sentó junto a él. Tommy era dos cursos menor que él, pero era un chico alegre, sencillo y aislado de los comentarios ajenos. “¿Sabías que mi hámster ha aprendido un truco nuevo?” le comentó; tenía la especial habilidad de hacerle sentir cómodo.
Al bajar del autobús, ya de camino a clase y en una animada conversación acerca de videojuegos, los dos chicos se toparon de frente con Eddy y su pandilla “¡Prigados! Id con vuestra mamá, ¡retrasados!” Las palabras y burlas resbalaron por el corazón de Larry, como tantas otras, cayendo por fin en un profundo hueco, un agujero negro donde se habían ido almacenando todas ellas durante años, y que mantenía oculto dentro de su alma, cansada y herida cada vez más. Pero nadie lo sabía. Ni siquiera Tommy, ni mamá.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Comer Croisant?

Era la primera vez que Lexie dejaba una fiesta antes de que acabase. Una hora después, la nieve empezó a cuajar en Park Avenue. Fue la primera nevada de aquel invierno, y no paró en toda la noche. La ciudad quedó en silencio, y no hubo más preguntas, sólo el murmullo de los copos.

-Iré contigo a París.

Aquel era un día para hacer cosas nuevas. Para quedarse en casa con la familia.
Dos días después nos despedimos de nuestro ángel de la nieve. Sus últimas palabras: "este rollo acabará matándome".


-Creo que cometes un error
-Miranda, porfavor.......
-Carrie, no puedes dejar tu columna, esa eres tú
-No, yo no soy una columna, es mi trabajo, eso es mi columna........Será mejor que me vaya.....
-Qué? No se me permite tener opinión?
-Tienes una opinión, de hecho la tienes hace mucho tiempo.
-Qué piensas hacer allí sin un trabajo, comer croisant?
-Por qué no eres capaz de alegrarte por mí?
-Lo siento pero....es que no entiendo por qué tienes que marcharte de aquí y abandonar toda tu vida.
-Tú te has ido a Brooklyn....
-Sólo es Brooklyn!
-No puedo quedarme en Nueva York, y además soltera, por tí!
-Qué?
-Sólo piensas en tí y en que mientras yo esté donde siempre estado, escribiendo mi columna, nada habrá cambiado..
-No, yo sí pienso en tí
-No, tú has cambiado, Charlotte también, hasta Samantha ha cambiado. Puedo quedarme aquí y escribir sobre mi vida o marcharme a París con él y vivir la vida!
-Dirás su vida........Carrie, yo te quiero, a dónde vas?
-Venga, dilo. Dí que no te gusta.
-Vale, no me gusta él.
-Entonces tú, no te vayas a París con el.
-Estás viviendo una fantasía!

Tal vez estuviera viviendo una fantasía, pero había encontrado a un hombre que podóia hacerla realidad.....y no pensaba cuestionarme nada. Ni siquiera cómo había encontrado un trineo tirado por un caballo en mital de Manhattan.

domingo, 24 de abril de 2011

"I'm selfish, impatient and a little insecure. I make mistakes, I am out of control and at times hard to handle. But if you can't handle me at my worst, then you sure as hell don't deserve me at my best."
Marilyn Monroe

«Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, soy incontrolable y, en ocasiones, difícil de soportar. Pero si no eres capaz de aguantarme en mis peores momentos, entonces, ten jodidamente seguro que no me mereces en los mejores.»

martes, 19 de abril de 2011

"El miedo"

Era una de esas noches más negra que el sombrero de una bruja, de esas especialmente oscuras. Ni siquiera era posible distinguir los contornos de la habitación. Era como estar entre una niebla espesa que sólo puedes sentir con los ojos al comprobar que no hay ninguna diferencia entre abrirlos o cerrarlos.
            Se encontraba solo, lo cual no le tranquilizaba en absoluto, es más, era lo que más le atormentaba en una noche como aquella. Así que se mantenía quieto, intentando no articular el menor movimiento, no sea que alguien o algo advirtiera su presencia en aquella pesada negrura.
            Las horas hubieran transcurrido largas, pero llevaderas para él de no ser por algo ruidoso que turbaba su soledad y aumentaba su inquietud. Ruidos nocturnos imposibles de clasificar. Quizás eran los pasos de algún fantasma por el pasillo, o solo el crujir natural de las paredes; quizás era la risa de un hábil monstruo que había logrado colarse por la ventana, o solo el sonido del refrigerador de la cocina. Entonces su pecho comenzó a bombear, lo sentía por todo el cuerpo con increíble intensidad. Un calor inmenso llenó sus mejillas. La piel era toda sábana, que se había pegado a fuerza de sudor.
            Momentos después, unos pies pequeños cruzaban por el pasillo a todo correr. Casi no rozaban el suelo y sonaban como un viento veloz por la alfombra, así que parecían voladores. La oscuridad seguía pesando a su alrededor, se le caía encima.
            Al final del pasillo, por fin, se escuchaba el primer sonido tranquilizador de la noche. Era gutural, grave, rítmico y, sobre todo, familiar: los ronquidos de sus padres.
            -Mamá, tengo miedo.

Fiebre del sábado por la noche

Sin parar, los mocasines rojizos caminan al compás de la música, uno tras otro, a un ritmo fijo. La cámara se ha centrado en ellos como si fueran los protagonistas de la ciudad. Todo alrededor es sucio, vulgar, sin orden ni concierto; pero él no. Con el estribillo se peina el tupé abultado que tanto le cuesta mantener. Sus mocasines siguen avanzando sin perder el ritmo. Él emite una sonrisa, consciente de su vanidad. Y como la música sigue, los mocasines van andando al son. Primero uno, luego otro.
Se permite girarse un momento para contemplar a una bella mujer que pasea contoneándose. Es consciente de que ella también se ha fijado en él y, si no, ya lo hará. Su asombroso ego le dice que puede tener a cualquiera que se proponga. Como es joven, es de mentalidad sencilla, sin muchos sueños o aspiraciones de futuro. No le gusta pensar en cosas negativas, entonces arrugaría su mentón prominente y eso no puede permitírselo.
Aunque no lo parezca, es cariñoso. Su amistad te puede sacar de un apuro en más de una ocasión. Puede escucharte si lo necesitas pero paciencia no es una de sus grandes virtudes. Por eso, será fácil sacarle de quicio y fácil también que por ello te grite cosas que no siente. Pero no te preocupes, porque sabe guardar un secreto; además, sabe callarse cuando no es necesario decir nada, es decir, no le gusta hablar sin pensar, lo que le permite no meterse en muchos líos ajenos.
Le gusta sentirse valorado sin necesitar mucho, solo confiar en pocas personas que le quieran, pero eso no significa que se deje guiar por consejos: le gusta vivir su vida. No creas que es un chico sin metas en la vida, desde luego tiene una: vivir el presente y, como mucho, bailar cada sábado por la noche en el “Oasis 2001”. Como es un poco alocado, su paga del lunes no le llega ni al viernes por la noche.
Sigue deslizándose por la ciudad. La cámara vuelve a enfocar sus mocasines, a juego con su camisa ajustada. Ahora balancea los brazos a su vez, y sus ojos claros van como emitiendo una luz que provoca que el mar de gente se despliegue a los lados para abrirle camino.