domingo, 24 de abril de 2011

"I'm selfish, impatient and a little insecure. I make mistakes, I am out of control and at times hard to handle. But if you can't handle me at my worst, then you sure as hell don't deserve me at my best."
Marilyn Monroe

«Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, soy incontrolable y, en ocasiones, difícil de soportar. Pero si no eres capaz de aguantarme en mis peores momentos, entonces, ten jodidamente seguro que no me mereces en los mejores.»

martes, 19 de abril de 2011

"El miedo"

Era una de esas noches más negra que el sombrero de una bruja, de esas especialmente oscuras. Ni siquiera era posible distinguir los contornos de la habitación. Era como estar entre una niebla espesa que sólo puedes sentir con los ojos al comprobar que no hay ninguna diferencia entre abrirlos o cerrarlos.
            Se encontraba solo, lo cual no le tranquilizaba en absoluto, es más, era lo que más le atormentaba en una noche como aquella. Así que se mantenía quieto, intentando no articular el menor movimiento, no sea que alguien o algo advirtiera su presencia en aquella pesada negrura.
            Las horas hubieran transcurrido largas, pero llevaderas para él de no ser por algo ruidoso que turbaba su soledad y aumentaba su inquietud. Ruidos nocturnos imposibles de clasificar. Quizás eran los pasos de algún fantasma por el pasillo, o solo el crujir natural de las paredes; quizás era la risa de un hábil monstruo que había logrado colarse por la ventana, o solo el sonido del refrigerador de la cocina. Entonces su pecho comenzó a bombear, lo sentía por todo el cuerpo con increíble intensidad. Un calor inmenso llenó sus mejillas. La piel era toda sábana, que se había pegado a fuerza de sudor.
            Momentos después, unos pies pequeños cruzaban por el pasillo a todo correr. Casi no rozaban el suelo y sonaban como un viento veloz por la alfombra, así que parecían voladores. La oscuridad seguía pesando a su alrededor, se le caía encima.
            Al final del pasillo, por fin, se escuchaba el primer sonido tranquilizador de la noche. Era gutural, grave, rítmico y, sobre todo, familiar: los ronquidos de sus padres.
            -Mamá, tengo miedo.

Fiebre del sábado por la noche

Sin parar, los mocasines rojizos caminan al compás de la música, uno tras otro, a un ritmo fijo. La cámara se ha centrado en ellos como si fueran los protagonistas de la ciudad. Todo alrededor es sucio, vulgar, sin orden ni concierto; pero él no. Con el estribillo se peina el tupé abultado que tanto le cuesta mantener. Sus mocasines siguen avanzando sin perder el ritmo. Él emite una sonrisa, consciente de su vanidad. Y como la música sigue, los mocasines van andando al son. Primero uno, luego otro.
Se permite girarse un momento para contemplar a una bella mujer que pasea contoneándose. Es consciente de que ella también se ha fijado en él y, si no, ya lo hará. Su asombroso ego le dice que puede tener a cualquiera que se proponga. Como es joven, es de mentalidad sencilla, sin muchos sueños o aspiraciones de futuro. No le gusta pensar en cosas negativas, entonces arrugaría su mentón prominente y eso no puede permitírselo.
Aunque no lo parezca, es cariñoso. Su amistad te puede sacar de un apuro en más de una ocasión. Puede escucharte si lo necesitas pero paciencia no es una de sus grandes virtudes. Por eso, será fácil sacarle de quicio y fácil también que por ello te grite cosas que no siente. Pero no te preocupes, porque sabe guardar un secreto; además, sabe callarse cuando no es necesario decir nada, es decir, no le gusta hablar sin pensar, lo que le permite no meterse en muchos líos ajenos.
Le gusta sentirse valorado sin necesitar mucho, solo confiar en pocas personas que le quieran, pero eso no significa que se deje guiar por consejos: le gusta vivir su vida. No creas que es un chico sin metas en la vida, desde luego tiene una: vivir el presente y, como mucho, bailar cada sábado por la noche en el “Oasis 2001”. Como es un poco alocado, su paga del lunes no le llega ni al viernes por la noche.
Sigue deslizándose por la ciudad. La cámara vuelve a enfocar sus mocasines, a juego con su camisa ajustada. Ahora balancea los brazos a su vez, y sus ojos claros van como emitiendo una luz que provoca que el mar de gente se despliegue a los lados para abrirle camino.

Cabo Trafalgar

De las cenizas de aquella famosa batalla surge la propia personalidad de este lugar, que parece que después de un caos ha dejado paso a una eterna paz, y pretende trasmitir calor y vida en lugar de muerte. Y esta paz se respira cuando nos acercamos a su faro, al que cada año suben riadas de personas para contemplar uno de los fenómenos más bellos: su puesta de Sol. Y cuando finalmente el astro rey penetra en el mar, lo colorea de naranjas y rojos y nos da la sensación de encontrarnos en el mismo fin de nuestro mundo, o por lo menos, en una frontera que separa dos cosas no tan distintas.
Este espectáculo alberga siempre a multitud de personas, haciendo cola para encontrar el mejor sitio o la perspectiva más adecuada, y sin embargo allí nada está planificado ni medido. Parece que por una vez, es el hombre quien se pone al servicio de la naturaleza y la observa con respeto y admiración. Lo único que parece que mira por encima del hombro es el faro, majestuoso, que parece que dirige la función.
Si nuestra asombrada vista nos permite mirar un momento hacia el suelo, sea la que sea la distancia que nos separe de él, nos maravillarán sus doradas playas, siempre desnudas y salvajes, como he dicho nada parece ser controlado por el hombre.
Como si de un microclima se tratara, este lugar mágico se puede disfrutar en cualquier época del año, pero rompe moldes en los meses de verano, época en la que el cielo está más rojo y el mar más dorado. Sin duda es un lugar especial, un paraíso más cercano de lo que pensamos, para alejarnos por unas horas de la urbanidad y regresar a la naturaleza, ser nosotros mismos, como el faro irradia su personalidad a través del Sol.